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SEGUNDA ESCENA

La historia se desenvuelve nuevamente en Guyana Francesa. Estábamos en un pueblito llamado Regina. Si pudiera describirlo en una sola expresión, me imagino que ya saben cual es: EN NARNIA. Para contextualizar un poco, el populus romanus lo componen 500 habitantes entre los cuales se destacan: policías y personal de gendarmería que controlan pasaportes para verificar que uno no ande metido en la extracción ilegal de oro (ojalá esa hubiese sido yo, para dejar de lado mis accesorios cumas doré), brasileros indocumentados, los infaltables chinos dueños del supermercado, un par de marinos veteranos portugueses que dejó la ola, franceses que no los dejó la ola, sino que el Tsunami (asi como Jadiel el Incomparable) que se van a vivir a la selva con el seguro de cesantía que Francia les paga, y la enfermera del pueblo. Bueno, para nuestra suerte, conocimos a estos dos últimos dos personajes; la enfermera del pueblo que tenía rastas rubias hasta detrás de la rodilla (estarán pensando que es una de mis exageraciones, pero NO) y a un francés que escapó de Francia Metropol hace 20 años para vivir en Bolivia y andar electrónico all day long.


Mantendremos bajo estricta confidencialidad la identidad de éstos míticos míticos personajes, y para efectos de la historia los llamaremos la RastaWoman y el Electrónico.


Ambos se nos acercaron amablemente a conversar y de primeras nos ofrecieron a llevarnos al día siguiente a un Trekking por la selva. Después nos invitaron a almorzar semillas germinadas a su casa en la selva y por supuesto bañarnos a su piscina inflable, ósea ya éramos uña y mugre. Cabe destacar que los chiquillos tenían dos casas: una casa en el pueblo, que era la que el estado les daba y su casa ilegal en un terreno en toma en la selva donde nos remojábamos las presas en la pichina. Mientras preparábamos tortillas de mandioca, la rastawoman, se me acerca y me ofrece las llaves de su casa en el pueblo. Me dice que aprovecháramos de cargar las artefactos electrónicos y de lavar ropa. Ese fue el comienzo del final. Nosotros más felices que encalillado recibiendo la devolución de impuestos, porque hace como 2 meses que no lavábamos ropa y era como andar acarreando un cadáver. Recibimos el objeto mortal, las llaves y al día siguiente nos levantamos tempranito para hacer los quehaceres del hogar. Entonces procedo a los pasos lógicos: Tomo el detergente, el Vanish , al finao (bolsa llena de ropa muerta), empiezo a escoger ropa y me enfrento a la máquina. La miré asi como medio de reojo y me pareció extraña. Yo estaba acostumbrada a esas lavadoras normales que se les abre la tapa, se le echa la ropa al tambor, se cierra la tapa y se pone el programa. Prosigo a abrir este alien del más allá, y me doy cuenta que el tambor está horizontal y no vertical, como el 99,9% de las lavadoras. Como estaba de lado, para echar la ropa el tambor tenía dos compuertas que se abrían como brazos biónicos, y sin darle mayor importancia a ese robot de la edad media empecé a echar ropa. Terminé y pensé, "esta lavadora extraña es marca Whirlpool, me imagino que los gringos avispaos hicieron esta cuestión para que las tapas biónicas se cierran solas". Ja ja ja. Y continué mis labores de Cenicienta (con retención de líquidos y problemas de hormonas, para no decir con sobrepeso).


Cerré la tapa, dejando los brazos biónicos del tambor abiertos, puse el programa y empezó la funcia. A los 10 minutos empiezo a escuchar un gruñido de la lavadora, así como que el tambor no estuviera dando la vuelta. Ese sonido del más allá, me generó ese típico dolor de guata que te bloquea el cerebro y lo unico que se me vino a la mente fue: dejé la cagá. Me acerco y veo encendida la luz: "Service", ósea llame a Servicio técnico y come pan y agua durante el resto del viaje. Le aviso al Nico, y él empezó a revisar. Nos pusimos a leer el manual de la lavadora, cambiamos el programa de lavado y nada. Hasta que en un momento dado, me mira profundamente a los ojos y me dice: "Supongo que le cerraste las tapas al tambor?!". Mi respuesta fue la cara del Emoticon :O. El crimen estaba resuelto y la culpable también; la tecnología Whirpool no era como yo creía y las tapas biónicas se estancaron al intentar dar la primera vuelta. Había que intentar desestancar las tapas, y la primera idea fue sacar por un micro orificio la ropa. Con unas pinzas de palo y un maquineo digno de gasfiter profesional el Nico empezó a sacar atuendo por atuendo. Después de un arduo trabajo, quedó el tambor vació pero aún así la vaina estaba estancada. VALOR!!! La siguiente idea, fue fabricar un artefacto para poder hacerle palanca al tambor, levantarlo y girarlo. Avanzó, pero aún le faltaba la recta final, donde se quedaron más enganchadas que mina de un hueon ce-te-eme. Estaba tan cerca pero tan lejos, pero no nos podíamos darnos por vencidos. No queríamos ir donde la rastawoman y el electrónico y decirles que nos habíamos pitiado su máquina nueva, que ellos con toda la buena onda nos habían prestado. Y entonces al Nico se le ocurre, una manera bien de viejacu de campo para solucionarlo, hacer palanca con un cuchillo. El cuchillo se veía bien europeo, acero inoxidable, osea bien fino. Y empieza a hacer palanca con el cuchillo, estaba a punto de girar el tambor y derepente se escucha el sonido que implicaba el final de nuestra existencia... se rompe la punta del cuchillo. "oohh y qué hacemos ahora?". Nuevamente habían dos opciones: 1) seguir intentando con el cuchillo y tener la probabilidad de arreglar la lavadora , 2) darnos por vencidos y habernos echado la lavadora y el cuchillo. La opción elegida fue la 1. Nico siguió haciendo palanca como los de la lucha libre que pelean en zunga, y CLAC, se volvió a quebrar el cuchillo. Shiuuuu... En la desesperación, nos acordamos de las vainas que debíamos haber usado desde un comienzo: los desatornilladores. Esta era la última opción, tenía que funcionar, y FUNCIONÓ!! Ese sentimiento de alivio, es como cuando aparece una raya en aquel test que compran las mujeres en la farmacia.


Ahora había que confesar el crimen, y yo me tenía que echar la culpa. Teníamos que ir a dejarle las llaves de la casa a la selva y ahí contar la historia. Entré en pánico. No quería que ellos sintieran que su casa fue ultrajada. Así que decidí hacer lo más antisincero y rata que hecho en la vida; dejé el cuchillo sobre la mesa del comedor, con una nota disculpándome y unos euros que consideramos que era lo que podría costar un cuchillo de esa calaña nuevo. Fuimos a despedirnos a la selva, con un sentimiento horrible por dentro sabiendo que esa deshonestidad por el cuchillo, las íbamos a tener que pagar en vida, y las pagamos, tres días después pasó la Primera Escena.


Moraleja de esta historia: Todo se paga en esta vida!!!!


Espero les haya gustado la historia, y síganos en el Instagram: @subetealakombi



Diccionario escénico:

  • Estar en narnia: dícese de aquel estado mental bloqueado, o mejor dicho estar cachando nada.

  • Populus romanus: demografía de la población.

  • biónico: cualquier tecnología extraña.

  • estar electrónico: persona bajo los efectos de algún estupefaciente.

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